Caminando con Jesús en cada temporada
Soy una firme creyente de que en cada etapa de nuestra vida podemos ver a Jesús obrando, conocer más profundamente Su carácter y experimentar Su fidelidad. La maternidad, en particular, me ha acercado a Dios de una manera única. Al convertirme en mamá, entendí más profundamente el amor de Dios como Padre y lo que significa negarse a uno mismo, entre otras muchas lecciones. Pero hoy quiero compartir lo que Dios me enseñó en cada uno de mis embarazos. Tres embarazos, tres experiencias completamente diferentes, tres verdades que quedaron grabadas en mi corazón.
1. Aprendí que Dios nunca llega tarde; todo lo hace perfecto en Su tiempo.
“Yo soy el Señor, el Dios de toda la humanidad. ¿Hay algo imposible para mí?” Jeremías 32:27
Mi esposo y yo pasamos por un largo proceso de infertilidad: más de cuatro años de citas, procedimientos, soledad, dolor, médicos, tratamientos y medicamentos. Fue un tiempo muy duro. A principios de 2019, nuestro médico principal nos dijo que no podríamos tener hijos y nos recomendó buscar otras alternativas. En ese momento, Dios empezó a trabajar en nuestro corazón y me vino a la mente la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego, cuando el rey Nabucodonosor los iba a echar al horno de fuego (En Daniel 3). Ellos dijeron algo que quedó clavado en mi mente: “Nuestro Dios tiene el poder para salvarnos… pero aunque no lo hiciera, no adoraremos a tus dioses.” (parafraseado para énfasis: Lea Daniel 3:16-18)
Dios tiene el poder. Él tiene el poder para hacer el milagro que tanto deseamos, pero si no lo hiciera, cambiaría la postura de nuestro corazón? Empecé a repetirme: “Dios tiene el poder para darme un hijo, pero aunque no lo hiciera, no dejaré de adorarlo.” Llegue a un punto donde mi fe en Dios no depende de si recibiera el milagro o no. Ese mismo año, quedé embarazada. ¡Fue un milagro! Dios trajo vida donde no había posibilidad de vida. Él puede hacer posible lo imposible.
2. Aprendí a caminar con Jesús en medio del dolor y la pérdida.
“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido.” Salmos 34:18
En 2023, volvimos a quedar embarazados y estábamos felices; nuestra familia crecía. Comenzamos a compartir la noticia con familiares y amigos. Todo marchaba bien hasta que una noche soñé que había perdido al bebé. Días después, escuchamos unas palabras que rompieron nuestro corazón: “Ya no hay latido; el bebé no siguió creciendo.” Sentí que el mundo se me venía encima.
Perder un hijo, ya sea dentro del vientre o fuera de él, es uno de los dolores más profundos que se pueden experimentar. En medio de ese dolor, clamé a Dios. Recordé las palabras de Pedro cuando Jesús preguntó a sus discípulos:
“¿También ustedes quieren marcharse?” “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Juan 6:67-68, NVI)
¿A quién más podría acudir? ¿A quién más puedo ir con mi dolor, en mi desesperación? Solo Cristo tiene palabras que me dan vida cuando siento que se apaga. Cristo caminó conmigo en los momentos más oscuros, y he comprobado que Él está cerca de los quebrantados de corazón.
3. Estoy aprendiendo a confiar en Su fidelidad.
“...recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa.” Hebreos 11:11
Luego de varios años de seguir intentando y no tener más hijos, a principios de este año, fui a un especialista en fertilidad. Escuché de nuevo lo que me habían dicho años atrás: “No puedes tener hijos.” Cinco días después, la prueba de embarazo salió positiva. Es como si a Dios le encanta hacer un milagro justo cuando los médicos cierran la puerta, para que nadie pueda llevarse el mérito.
Algo de lo que no se habla tanto del embarazo después de una pérdida es la batalla mental que trae. Aunque es un motivo de celebración y gozo, los primeros meses estuvieron llenos de temor, incertidumbre e inseguridad. En esos momentos, aprendí a fijar mi mirada en Él y a aferrarme a Su Palabra.
“Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.” Hebreos 10:23
Estoy convencida de que en cada temporada de nuestra vida tenemos la oportunidad de conocer más profundamente a Dios. Sigamos caminando de la mano con Él.
Así que, en esta temporada (sea cual sea):
Que tu mirada permanezca fija únicamente en Él.
Que nunca olvides Su carácter y el inmenso amor que tiene por ti.
Que tu fe se mantenga firme y constante.
Y que puedas experimentar, de manera real y viva, cuán profundo, ancho e inagotable es el amor de Dios.