Celebro la Independencia, viviendo en dependencia
Diego Araya
Diego Araya
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Celebro la Independencia, viviendo en dependencia

Desde que era pequeño y estaba en la escuela, recuerdo que me llamaba mucho la atención las celebraciones de independencia; recuerdo hacer los faroles junto con mi mamá, para luego ir al desfile por la noche del 14, donde todos los niños de la escuela, junto con sus padres, desfilaban por las calles del pueblo.

15 de septiembre de 2025

Celebro la Independencia, viviendo en dependencia

Desde que era pequeño y estaba en la escuela, recuerdo que me llamaba mucho la atención las celebraciones de independencia; recuerdo hacer los faroles junto con mi mamá, para luego ir al desfile por la noche del 14, donde todos los niños de la escuela, junto con sus padres, desfilaban por las calles del pueblo. Y claro, al día siguiente, el gran desfile del 15 de setiembre, donde siempre participé en la banda, disfrutando de la dicha de haber nacido en un país libre e independiente, reconocido por la democracia y la paz, sabiendo que en Costa Rica quienes desfilan son niños y niñas, y no un ejército con un despliegue de armamento. 

De verdad, somos bendecidos al ser costarricenses.

Igualmente, como lo hacemos nosotros, como costarricenses, todos los países celebran su independencia, y esto nos habla de la necesidad del pueblo de tener su propia identidad, autonomía, el deseo de desarrollarse y ser soberano, sin depender de ningún otro estado o gobierno.

Independencia y libertad

La palabra independencia proviene del latín “in-dependere”, que significa “sin dependencia”, y que también implica la idea de “no colgar de” o “no estar bajo de”, entendiendo así la independencia del individuo, como la capacidad de vivir bajo su propia voluntad, sin intervenciones externas y asumiendo también la responsabilidad de sus actos.

Así que, si no dependo de algo o alguien, soy libre de “ser” y de “hacer” según mis propios pensamientos y deseos. Esta realidad la podemos ver en diferentes esferas de la vida: en la libertad de pensamiento, de expresión, de acción y de asociación o reunión. Claro está, todo bajo el principio del respeto a los demás y la sana convivencia, donde entendemos que mi libertad no debería comprometer o limitar la libertad de otros.

Esto nos lleva a considerar algunas preguntas que, desde un punto de vista existencialista, muchos nos hemos hecho: ¿puede el ser humano ser plenamente libre? ¿Es capaz el hombre de determinar todas las cosas en sí mismo y en su entorno? ¿puede ser entonces el ser humano independiente? ¿Es capaz el hombre de administrar su libertad?

Desde el pensamiento filosófico, estas han sido preguntas que el hombre constantemente se ha hecho y que, hasta el momento, no tienen un consenso al respecto.

Frases reconocidas en el pensamiento filosófico:

"El hombre es libre en el momento en que desea serlo". Voltaire

"El hombre es un principio y un padre de sus acciones, como lo es de sus hijos". Aristóteles

“No existe el libre albedrío: queremos que existan voluntades fuertes y débiles. Lo que importa no es la libertad del querer, sino el poder del querer”. Friedrich Nietzsche

Una historia de esclavitud 

Desde una cosmovisión bíblica, podemos con facilidad notar que, en la narrativa del texto, desde la caída en Génesis 3, nos presenta una humanidad que, aun siendo libre, su decisión la lleva por un camino lejos del propósito de Dios y, por ende, la muerte como consecuencia.

Vemos, a través del relato del Antiguo Testamento, al pueblo de Israel como el pueblo escogido, en una constante referencia a la esclavitud y la opresión de otros pueblos e imperios: desde los 400 años en Egipto (Gn 15:13), hasta el establecimiento en la tierra prometida (Josué 6:1-14) y sus luchas con los pueblos enemigos, en el Reino de Israel y sus disputas internas que derivan en una división del reino (1 Reyes 12), en la influencia de los asirios en el reino del norte (2 Reyes 17) y el posterior exilio a Babilonia (2 Reyes 25). Luego, regresan a Jerusalén y conviven con la influencia griega y el imperio romano, en un tiempo en que Jesús venía para revelarnos el Reino de Dios. (Lc 2:1; 23:1-3).

Toda esta narrativa bíblica nos revela una constante tensión entre la ansiada libertad del pueblo (intrínseca del hombre) y la necesidad de obedecer a Dios para ser preservados por el cumplimiento de la ley.

Dios manifestó siempre su deseo de ser Dios y rey soberano en medio del pueblo de Israel: “Haré de ustedes mi pueblo y yo seré su Dios. Así sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los libró de la opresión de los egipcios” (Éxodo 6:7). 

Sin embargo, ellos, constantemente, optaron por sus propias formas de ser autónomos e independientes, quizás sin darse cuenta de que fueron esclavos de sus propias decisiones, de su rebeldía; propia de la naturaleza pecaminosa.

“El pueblo, sin embargo, no hizo caso a Samuel, sino que dijo:—¡De ninguna manera! Queremos un rey que nos gobierne. Así seremos como las otras naciones, con un rey que nos gobierne y que marche al frente de nosotros cuando vayamos a la guerra” (1 Samuel 8:19-21).

¿Te suena familiar esta historia? Nosotros vivimos en la misma realidad. Queremos hacer nuestra voluntad y enfrentamos una lucha por independencia y libertad, que nos lleva a creer que podemos ser autosuficientes y soberanos sobre nuestra propia vida; el afán de sentirnos capaces y libres. Pero, al fin, tropezamos con la realidad de que no nos es posible. Incluso en nuestro mejor intento de hacer lo correcto, la naturaleza de pecado nos conduce por un camino de rebeldía y perdición.

La verdad y la libertad

Todo esto nos lleva a la conclusión de que el ser humano es y siempre ha sido, esclavo del pecado. El único ser plenamente independiente es Dios, aquel que no tiene principio ni fin y que no depende del hombre ni de ningún agente externo a él para existir. Él simplemente es, y trasciende tiempo y espacio.

Jesús nos revela a Dios Padre y nos enseña:

Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —“Si se mantienen fieles a mis palabras, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:31-32).

En los evangelios, Jesús nos muestra que debemos creer en él, en su mensaje y en su sacrificio; su vida revela la verdad acerca de la condición del hombre y la necesidad de ser justificados delante de Dios. Así, no seremos esclavos del pecado, sino que podremos experimentar la verdadera libertad que viene al conocer a Cristo y aceptar su oferta de vida espiritual.

Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida. En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia. (Romanos 6:17-18)

Paradójicamente, la verdadera libertad proviene de reconocer a nuestro Creador y depender de él para encontrar identidad, pertenencia y propósito.

Diego Araya
Diego Araya es discípulo de Jesús, esposo de Wendolin y papá de Lucas, Gael y Felipe, es pastor, diseñador y músico, actualmente sirve en Comunidad Nexo y Singular.